jueves, 27 de abril de 2017

Guerra y Paz I

Dicen que cuando Dostoievski terminó de leer una novela de Tolstoi salió a la calle para gritar  que Tolstoi era Dios y le comprendo perfectamente.

Voy por el principio del segundo tomo de Guerra y paz, tengo tantas cosas de las que opinar, que voy a fraccionarlo en el blog en dos veces y me quedaría corta.

Como escritor me ha parecido majestuoso. Es que se le ve como cuando una persona quiere contarte algo y quiere tener la completa seguridad  de que le estas entendiendo y hace todo lo posible por explicártelo completamente bien, al detalle, pero sin saturarte, pero asegurándose de que te quede clarísimo todo lo que te quiere decir.
Hay escritores que te saturan con palabras que no  tienes ni pajolera idea de lo que significan y tengo que estar buscándolas en el diccionario, luego volviendo a leer el párrafo en el cual se ha dicho y ver el significado de todo después de comprender la palabra ignorada. Eso provoca que me salga de la inmersión del texto y tenga que estar entrando y saliendo, lo que hace que se convierta en eterno y se le pierda jugo.
Otros usan páginas y páginas en describir un ambiente, un paisaje, unas ropas, etc. lo que hace que también se convierta en cansino y den ganas de decirle ¡que ya me he enterado!.

Tolstoi no lo hace así, te va describiendo paisajes, ambientes o lo que tenga que describir muy poco a poco. Te describe en un parrafito, luego mete acción, luego otro parrafito descriptivo y acabas haciéndote a la idea de todo, mientras te va contando cosas sin que te des ni cuenta, cosa que me ha agradado muchísimo. Porque me molesta mucho los escritores que se tiran media vida describiendo, pero luego en realidad no me están contando nada y te pasas el libro pensando que te ha vendido mucha paja y poca sustancia. Con Tolstoi no pasa eso.

Personajes hay doscientos millones, me ha costado mi trabajito memorizar todos los apellidos rusos, pero al final lo he conseguido. 

Como se nota que Tolstoi perteneció a una familia noble, porque se le nota que conoce perfectamente la aristocracia y la critica ferozmente ridiculizándola. 
Cuando se lee un libro histórico hay que comprender la época y no mirarla con los ojos actuales e intentar ponerse en situación. La única alternativa que tenían era o conseguir un buen trabajo, en el ejercito en el caso del libro, o buscar un buen partido y por supuesto buenos padrinos.
Eran los rusos más franceses que los franceses. Los bailes, los salones, el idioma, las costumbres, los modales...
Luego los personajes son una panda de víboras de cuidado, donde los mayores del reino son los formados por la familia Kuraguin, el principe Basilio, su hijo Anatolio y Elena. Hace una descripción Tolstoi del principe que me partía de risa, era algo así como que Basilio no se acercaba a la gente de poder por interes, que era el azar quien provocaba esos encuentros.
Anatolio es un sinsustancia, un calavera que no tiene dos dedos de frente, un niñato alocado. Y la niña, Elenita, para qué voy a decir nada, es que no quiero poner tacos. Pero tranquilidad y sosiego que a cada cerdo le llega su San Martín.

Luego tenemos a los personajes super buenos, son tan buenos que dan ganas de cogerles de los hombros y zarandearlos y decirles ¡espabila, joder!.
Pedro Bejúzov es como cuando se tienen cinco o seis hijos y uno de ellos ha salido tontico y se le tiene especial cariño, se le intenta proteger más que al resto. Eso es lo que me pasa con Pedro, me agrada, me cae bien. Es tan absolutamente bueno, tan inocente que dan ganas de protegerlo. Además de que es muy generoso, cariñoso, es el perfecto amigo. Ninguna de las mujeres le tienen miedo y todas le cuentan sus cosas sin temor a nada. Lo encuentro el metafísico, porque siempre está buscando respuestas a todo, investigándolo todo, probándolo todo y al final estoy convencida de que conseguirá encontrar su paz.
Andrés Bolkonsky es perfecto, muy recto, noble, preparado, sensato, pero tiene un defecto que se convertirá en su debilidad, es una personalidad amargada, triste. En realidad le llama la atención Natacha por su alegría, propia de la juventud, y si no llega ella a dejarle por el motivo que todos sabemos, ese matrimonio no hubiera funcionado ya que con la vida diaria y la costumbre, Andrés hubiera vuelto a su personalidad natural, a su amargura constante.
La familia Rostov. Creo que en esa familia, por ahora, la única que tiene dos dedos de frente es Sonia. El conde es incapaz de decir no a nada y la condesa prefiere colocar bien a sus hijos antes que dejar de recibir interminables visitas y dejarse de tanto postureo. Nicolás me está gustando mucho como va evolucionando este personaje, de pasar de un niñato sin dos dedos de frente a ir madurando y plantearse la absurdez de matar y de las medallas.
Hay un párrafo de sus reflexiones cuando mira a la cara a un francés vencido y reflexiona. Este hombre tiene tanto miedo como yo ¿por qué iba a matarlo? ahora me pondrán una medalla ¿para qué la medalla? ¿por qué todo esto? ¿para qué?.
Luego tenemos a Natacha, es una niña mimada y tonta, para que nos vamos a engañar. Una reflexión que se hace ella que se ve su pavo (creo que es la palabra que mejor se ajusta) es cuando tiene que ir a visitar a su cuñada Maria y piensa: ¿Les gustaré? ¿Por qué no les iba a gustar? Le gusto a todo el mundo.

Luego tenemos Denisov, cuando cuentan lo de los carros de provisiones después de no comer en dos semanas los soldados y acto seguido se ve la gran comilona ofrecida a Napoleón y Alejandro, buuuffff.
Boris Drubetskóy. Me hizo gracia cuando su madre presenta a su hijo, después de muchos despueses, y dice: ¿Conoceis a mi hijo Boris? Todo lo ha conseguido por él mismo... Bueno, bueno, bueno... Y el mes que se tira cortejando a Julia (rica heredera), con la pena, la tristeza, los poemas, los suspiritos, hasta que ve que Anatolio le puede hacer la competencia y entonces ya se declara, no sin antes pensar: Cuando ya estemos casados, ya haré por donde de no verla. Vaya una panda de capullos.

El general Kútuzov, el único que en la batalla sabía y veía lo que había que hacer y encima le critican.
Las batallas son geniales, es que sentía el humo, las explosiones, los cañonazos, los sables, los gritos, los heridos, los caballos tirados en el suelo heridos. Muertos y mas muertos amontonándose en el suelo. Insensatez y más insensatez. Y luego ver a los generales mirando un mapa sobre una gran mesa sin tener ni puñetera idea de lo que hacer y solo pensar en lo que podían conseguir, en apoyar a uno o a otro dependiendo de sus intereses, es que dan ganas de darles de tortas, porque de la toma de las decisiones de esa habitación salían los muertos del campo de batalla.

Hay tantos y tantos personajes interesantes, tantas y tantas situaciones que se podrian mencionar. Me han encantado los reflexiones de los personajes, ahí es cuando se les ve su yo real y como se le ve la evolución.

Me está encantando el libro, es que me está encantando y Tolstoi me ha ganado completamente.

Sigo leyendo el segundo... continuaré.

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