domingo, 19 de agosto de 2018

Liberación

Cuando veo películas o leo libros, nunca me encuadro en los personajes, nunca siento que tal personaje es como yo o viceversa. Me limito a ser espectadora.

Pero, tengo que reconocer que hay circunstancias, imágenes o acciones, ya sea en libros o en películas, que se recuerdan siempre. Creo que ya lo he mencionado en otra ocasión, Las uvas de la ira de John Steibeck, cuando se lee la prensa a día de hoy, este libro es muy actual por repetirse los acontecimientos en cierta medida. Luces de bohemia de Valle Inclán, cuantas veces no habremos visto el esperpento reflejado en los espejos cóncavos, y tantos y tantos ejemplos que nos vienen a la mente en las circunstancias normales de la vida. Como si todo se repitiera o como si ciertas actitudes o circunstancias de la humanidad, estuvieran marcadas a fuego sin remedio.

Pues justo esto es lo que me pasa con el show de Truman. Quien no ha circulado por las calles de una ciudad y a cada dos pasos ha tenido que parar el coche, porque siempre aparecía una persona como por arte de magia, para cruzar un paso de peatones. A los pocos metros otra y así sucesivamente hasta recorrer todos los pasos de peatones.

Este texto que estoy escribiendo hoy, ha venido motivado porque he visto una imagen de la película El show de Truman. Dice tanto esta imagen, que me ha dado el punto de escribir esto. 

Tengo que reconocer que, e imagino que a muchas personas también les habrá pasado,  he hecho varias veces eso, el plantar un punto en la vida y decidir que hasta ahí llega el show y dar media vuelta y salir. Se siente una satisfacción, un regusto,  una liberación, el respirar una gran bocanada de aire que hasta se puede sentir que los pulmones se expanden, que la mente se libera. El abrir la puerta de salida y descubrir un gran mundo lleno de posibilidades, sentir como el sol da en la cara y un aroma a aire fresco. Creo que no hay sensación igual, por eso voy a poner la imagen y por eso he escrito todo esto... porque me ha dado el punto.





lunes, 13 de agosto de 2018

El último paraiso

El último paraiso, escrito por Antonio Garrido.

Cuando leí sobre este libro, antes de sacarlo de la biblioteca, me llamó la atención la base de la historia... los americanos, en la crisis del 29, que fueron a trabajar a la URSS a una fábrica de coches, publicitado incluso por el New York Time.

No tenía ni idea de que esto hubiera sucedido. Eran personas hambrientas, desesperadas, sin nada que perder y mucho que ganar. Embarcaron cargados de ilusiones, de esperanza, algunos de ellos hinchados de ideales, en busca del paraíso y se encontraron con todo lo contrario. 

Stalin impulsó un acuerdo con la Ford Motor, para instalar Autozavod en Gorki. Hubo todo un despliegue para construir la gran fábrica y conseguir personal especializado, además de todo el material para poner en marcha la gran mole que todo eso suponía. 

El autor me tenía un poco desconcertada mientras leía el libro, porque ¿qué parte había de realidad y cual de ficción?. Y tengo que decir que me quito el sombrero, porque había más de realidad de lo que yo me podía imaginar. Todas mis dudas al respecto las contesta el autor al final del libro, cuando va describiendo toda la parte real que hay en las páginas. Lo describe todo de una forma que, no se siente leyendo, la dureza real con la que golpea al final. Sin comentario de todo lo que aparece. 

No voy a explicar nada más y podría contar muchas cosas, la cantidad de millones de personas que murieron después de la revolución bolchevique hasta que murió Stalin.

Bueno, es mejor leerlo. Aunque tengo que reconocer, que de este autor,  el lector de cadáveres me gustó más, pero eso no quita lo interesante de la historia y lo maravillosamente bien escrita que está.